Cuando no puedo amarte incondicionalmente.
Cuando te grito para calmar mi rabia y mi frustración.
Cuando quisiera huir, porque no puedo soportar tu enfado o
tu llanto.
Cuando estoy emocionalmente ausente.
Cuando siento que aunque viva dos veces esto de ser madre me
queda grande.
Cuando todo esto pasa, entonces no soy tu madre, en esas
ocasiones la niña soy yo… la niña herida que trata de sanar a base de calditos
de conciencia…
Gracias hija, por tu paciencia, por tu comprensión y por
aceptar siempre un: lo siento.